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  Adquiera  


MONOPARTIDISMO

Es un sistema autoritario que concede a un partido único el monopolio de hecho o de derecho de la actividad política formal. Puede ser resultado de la ley, de la violencia o de la amenaza de la violencia, de negar a los demás partidos el acceso al electorado, o de no consultar a éste en toda su extensión y complejidad debido a su carácter tribal tras haber logrado la independencia. También puede ser producto de una definición selectiva de los electores o de la manipulación para asegurar el triunfo del partido gobernante. Si la palabra partido proviene del latín "pars" parte, resulta un contrasentido que exista un solo partido.

Los orígenes de los sistemas de partido son muy variados: según Borja, el bipartidismo nace de la contradicción simétrica y total de dos perspectivas sobre los temas centrales de la vida estatal; el multipartidismo surge de la contradicción parcial y asimétrica de visiones que se proyectan desde opiniones plurales; y el monopartidismo se forma de la eliminación de todo motivo de oposición parcial o total a las posturas oficiales de quienes ostentan el poder.

El partido único ha sido un fenómeno del siglo XX. Ha existido en Estados cuyo gobierno adopta una ideología determinada, que elimina oficialmente el libre juego de las demás corrientes de pensamiento. Independientemente del tipo de ideología a la que responda, el partido único se convierte en parte del aparato estatal y llega a confundirse con el Estado. Su función es doble: generar y mantener el apoyo popular al gobierno y difundir la ideología del Estado, así como reclutar y formar una élite capaz de gobernar de acuerdo con esa doctrina. El partido es el lazo político elemental entre el pueblo y el gobierno para evitar el distanciamiento entre ambos que resulta de impedir el libre juego de las ideas.

Hasta hace algunas décadas, desaparecido por fortuna el fascismo, existían dos tipos de partidos únicos: los totalitarios de los regímenes comunistas y los prevalecientes en el llamado Tercer Mundo.

Los primeros fueron consecuencia de movimientos revolucionarios socialistas, se caracterizaban porque estaban comprometidos con esa ideología, tenían una membresía distinguida y restringida, una organización interna muy estructurada y ejercían una supervisión directa sobre los órganos del poder estatal.

Los segundos fueron fruto, en su mayoría, de movimientos nacionalistas anticolonialistas y de la consolidación del Estado en las naciones nuevas; eran partidos de masas ideológicamente pragmáticos, que estaban organizados débilmente siguiendo las líneas de la administración pública y tenían como funciones principales: integrar a la población en una nueva unidad e identidad nacionales, movilizar el apoyo popular, enfrentar la oposición preferentemente mediante la cooptación y suprimir las tendencias divisionistas, así como supervisar la distribución del patrocinio disponible. Su denominador común era su pretensión de representar la unidad de la Nación en la unidad del partido bajo el liderazgo único y definitivo de quien ejercía el poder Ejecutivo.

Las políticas seguidas por estos regímenes de partido único variaron ampliamente, al principio sustentadas en la violencia o en la amenaza de ella, fueron formulando estrategias de desarrollo, para algunos "populistas-socialistas", en las cuales el Estado manejaba las riendas de la economía. Con la esperanza de que su situación económica mejorara, sustentada en logros reales a su favor, las masas permitían que el partido las movilizara. Sin embargo, paulatinamente, esta manera de gobernar condujo a la ausencia de participación popular genuina y a la falta de responsabilidad y, por lo tanto, a la atrofia, corrupción y prodigalidad política y burocrática.
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Hoy estos regímenes son cuestionados por las fuerzas democráticas mundiales, que han provocado que algunos organismos internacionales condicionen su ayuda y asistencia al establecimiento de un sistema multipartidista.

En México, el régimen de partido único fue consecuencia de un movimiento revolucionario. La revolución concibió al Estado como un medio para alcanzar objetivos económicos y sociales: a partir del gobierno de Obregón que crea la Secretaría de Educación Pública, se inició la vigorosa intervención del Estado en todos los ámbitos de la vida nacional y como consecuencia, la expansión de la administración pública mexicana que terminó hasta los ochenta con la nacionalización de la banca.

Desde el punto de vista ideológico, el régimen surgido de la Revolución Mexicana vio a la historia nacional como una larga lucha del pueblo por su libertad que arrancaba desde la prehistoria, reconocía el pasado indígena, consideraba a la colonia el crisol de la nacionalidad mestiza y exaltaba a la Independencia, a la Reforma y a la Revolución como las etapas culminantes de este proceso histórico que se dirigía a la democracia, a la justicia social y a la integración de todos los mexicanos en una sola Nación; la élite gobernante reclamaba la unidad de las clases en un gran frente nacional para lograr un desarrollo nacionalista, independiente y antiimperialista.

La democracia a la que se aspiraba no era la electoral surgida de las urnas, sino la que resultaba de la transformación nacional que en su momento crearía ciudadanos alimentados, sanos, ocupados, educados e informados, que no serían presas fáciles de la manipulación de las fuerzas reaccionarias que se escondían tras las demandas de democracia electoral. La democracia como una forma de vida, se pensaba, llegaría como resultado de la modernización, del arribo a la sociedad urbana, de la industrialización, del incremento de los niveles educativos, entre otras variables sociales.

Mediante un partido prácticamente único, y un sistema controlado de grupos de interés, la mayoría de los ciudadanos era movilizada políticamente por la burocracia y por los medios masivos de comunicación sujetos al gobierno. La participación política se realizaba principalmente a nivel parroquial con demandas personales y, con frecuencia, mediante intermediarios que, al contrario de la mayoría de la gente, tenían influencia en los círculos del poder, lo cual reforzaba el corporativismo y el clientelismo. La no reelección y la cooptación de los inconformes daba cierta apertura al reclutamiento político de las élites, aunque éstas tendían a mantenerse cerradas. Se pudo así proveer un clima seguro para la inversión sin represión abierta y sistemática de los disidentes.

Así, el país emprendió su transformación a partir de la reforma agraria que dio legitimidad al sistema entre los campesinos pobres, y la expropiación petrolera que colocó al Estado en posición de una intervención más efectiva en la economía y fortaleció los sentimientos nacionalistas, seguidas ambas de una política de sustitución de importaciones. Crecimiento económico y estabilidad política caracterizaron al llamado "desarrollo estabilizador" con alto crecimiento, baja inflación relativa, y elevación real de salarios. Se legitimó de este modo, ahora con resultados, un sistema político-administrativo que se creía sui géneris, no democrático al estilo de los países desarrollados, pero eficaz en la construcción nacional y en la elevación del bienestar general.

Sin embargo, la propia transformación de la sociedad mexicana y la dinámica internacional crearon nuevas fuerzas sociales que el sistema monopartidista cada vez fue menos capaz de absorber, como sí lo había hecho durante décadas y se inició la transformación paulatina de este sistema con el fortalecimiento de algunos partidos de oposición . Las crisis económicas y la globalización aceleró, a partir de 1988, el cambio del régimen de partidos.

Paralelamente, el surgimiento del "neoliberalismo", la terminación de la "guerra fría", la "ola democratizadora mundial" y la implantación de políticas de ajuste económico, de "adelgazamiento del Estado," de privatización y de hegemonía del mercado, cambiaron también las condiciones que originalmente aseguraban la preservación del régimen de monopartido.

Como resultado, el partido en el poder empezó a ver menguada su votación y a incrementarse la fuerza de los partidos de oposición que por primera vez ganaron gubernaturas y la mayoría de los asientos de la Cámara de Diputados. Así, a lo largo de sus setenta años de historia, el partido en el poder pasó de cuasi único a hegemónico, de hegemónico a dominante y, en los últimos años, de dominante a mayoritario

Actualmente, el país se encuentra en una de las crisis mas profundas de su historia, el sistema político se percibe en "transición: cada vez más parece avanzarse hacia un sistema de partidos competitivos; algunos grupos de interés y medios masivos tratan de ganar autonomía del gobierno; y la ciudadanía más educada y mejor informada intenta mayores niveles de organización y de participación política especialmente en las áreas urbanas. Pero estas tendencias democratizadoras no están generalizadas y a pesar de la alternancia de los partidos en el gobierno, aun no han calado profundamente en la sociedad, no han tenido consecuencias en la cultura política y nada garantiza que vayan en ascenso.